domingo, 27 de noviembre de 2011

sábado, 26 de noviembre de 2011

“Despertad, estad en vela…”


1 Domingo de Adviento (Ciclo B)

Lectura del santo evangelio según san Marcos (13,33-37):


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»

 
Palabra del Señor


Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola
Marcos (13,33-37)

LA CASA DE JESÚS

 
Jesús está en Jerusalén, sentado en el monte de Los Olivos, mirando hacia el Templo y conversando confidencialmente con cuatro discípulos: Pedro, Santiago, Juan y Andrés. Los ve preocupados por saber cuándo llegará el final de los tiempos. A él, por el contrario, le preocupa cómo vivirán sus seguidores cuando ya no le tengan entre ellos. Por eso, una vez más les descubre su inquietud: «Mirad, vivid despiertos». Después, dejando de lado el lenguaje terrorífico de los visionarios apocalípticos, les cuenta una pequeña parábola que ha pasado casi desapercibida entre los cristianos.

 
«Un señor se fue de viaje y dejó su casa». Pero, antes de ausentarse, «confió a cada uno de sus criados su tarea». Al despedirse, sólo les insistió en una cosa: «Vigilad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa». Que cuando venga, no os encuentre dormidos.

 
El relato sugiere que los seguidores de Jesús formarán una familia. La Iglesia será “la casa de Jesús” que sustituirá a “la casa de Israel”. En ella todos son servidores. No hay señores. Todos vivirán esperando al único Señor de la casa: Jesús el Cristo. No lo olvidarán jamás.

 
En la casa de Jesús nadie ha de permanecer pasivo. Nadie se ha de sentir excluido, sin responsabilidad alguna. Todos son necesarios. Todos tienen alguna misión confiada por él. Todos están llamados a contribuir a la gran tarea de vivir como Jesús al que han conocido siempre dedicado a servir al reino de Dios.

 
Los años irán pasando. ¿Se mantendrá vivo el espíritu de Jesús entre los suyos? ¿Seguirán recordando su estilo servicial a los más necesitados y desvalidos? ¿Lo seguirán por el camino abierto por él? Su gran preocupación es que su Iglesia se duerma. Por eso, les insiste hasta tres veces: «vivid despiertos”. No es una recomendación a los cuatro discípulos que lo están escuchando, sino un mandato a los creyentes de todos los tiempos: «Lo que os digo a vosotros, os lo digo a todos: velad».

 
El rasgo más generalizado de los cristianos que no han abandonado la Iglesia es seguramente la pasividad. Durante siglos hemos educado a los fieles para la sumisión y la obediencia. En la casa de Jesús sólo una minoría se siente hoy con alguna responsabilidad eclesial.

 
Ha llegado el momento de reaccionar. No podemos seguir aumentando aún más la distancia entre “los que mandan” y “los que obedecen”. Es pecado promover el desafecto, la mutua exclusión o la pasividad. Jesús nos quería ver a todos despiertos, activos, colaborando con lucidez y responsabilidad.



viernes, 25 de noviembre de 2011

LA MIRADA DEL EVANGELIO

Ayúdanos a cambiar, Señor, nuestra mirada mundana, egoísta,
poco comprometida, temerosa, acomodada.
Ayúdanos a cambiar para mirar las cosas, el mundo, la vida,
con tu mirada y desde tus ojos.


Quítanos las anteojeras que vamos construyendo a lo largo de los años,
que nos aíslan del dolor y del sufrimiento de los que caminan al lado.
Sacude nuestro corazón para aprender a ver
con los ojos llenos de Evangelio y Esperanza de Reino.
Corre ya el velo de nuestros ojos
para que viendo podamos conmovernos por los otros
y movernos desde lo profundo de cada uno
para acudir a dar una mano y la otra, y la vida toda
a los que están caídos al costado del camino, los que esta sociedad ciega
ha tirado a un costado porque no cuentan o no interesan a las leyes del mercado.


Convierte nuestra mirada para hacer posible y cotidiano el milagro del buen samaritano,
ver al otro y acercarse, no pasar a su lado, compartir, ser generoso,
darlo todo por el hermano.
Cuántas cosas son posibles, mi buen Dios, si cambiamos, la mirada,
si no giramos la cara, si no vivimos encerrados


Abre nuestros ojos, ten compasión de nosotros, como pedía el ciego del evangelio,
que no veamos borroso, no sea que confundamos el camino
y creamos encontrarte donde tú no te has quedado.
Descúbrenos, Señor, tu presencia viva, entre los pobres.
Que te reconozcamos en el desnudo, el hambriento, el que está solo, el preso, el enfermo,
y tantos otros Señor, en quienes nos sales al encuentro cada día,
sin que a veces lo advirtamos, por tener el corazón endurecido y los ojos cegados.


Conviértenos Señor! Devuélvenos la mirada confiada de los niños,
la transparencia que habla de lo que abunda en el alma.
No permitas que cerremos los ojos y creamos hallarte dentro nuestro sin buscarte
y encontrarte por donde andas a diario.
Que la ambición, el conformismo, la comodidad y las falsas seguridades
no nublen nuestra mirada.


Desata ya mismo un vendaval que se lleve las nubes
de nuestras explicaciones fáciles, y también las difíciles, a Dios no alcanza con explicarlo,
hay que vivirlo y contemplarlo donde a El se le antoja estar y no donde a nosotros
nos conviene ver. Será tan difícil, Señor, que nos demos cuenta que no estás.

jueves, 24 de noviembre de 2011

“ALABAD AL SEÑOR, QUE SANA LOS CORAZONES DESTROZADOS” (Salmo 146)


Yo no alabo al señor de los Ejércitos,
que destroza enemigos y malvados,
al Señor que nos pone de rodillas,
al Señor que controla nuestras vidas,
nos convierte en esclavos e infantiles,
enemigo de risas y progresos,
partidario de leyes y de rúbricas.


Ese Dios no merece los respetos,
mucho menos merece la alabanza.
No es el Dios de Jesús, en quien yo creo,
el Dios del evangelio predicado.


Alabad al Señor:
al Dios que reconstruye nuestras ruinas,
que sana corazones destrozados,
que venda sus heridas compasivo,
que salva, que libera y pacifica.


Alabad al Señor:
es el Dios que sostiene a los humildes,
que levanta del polvo a los caídos,
el que humilla a soberbios, poderosos
y defiende el derecho de los débiles.


Alabad al Señor:
que recoge a los hijos dispersados,
que prepara una casa a los Sin – Techo,
que integra a miserables y excluidos,
los invita a un banquete sustancioso.


Alabad al Señor:
que es magnífico en todas sus promesas,
desbordante en ternuras y regalos,
merece una alabanza polifónica,
nuestro Dios, que es Amor – Misericordia.

martes, 22 de noviembre de 2011

Salmo 139

Señor, tú me llegas hasta el fondo y me conoces por dentro.
Lo sé: me conoces cuando no paro o cuando no sé que hacer.
Mis ilusiones y mis deseos los entiendes como si fueran tuyos.
En mi camino has puesto tu huella,
en mi descanso te has sentado a mi lado,
todos mis proyectos los has tocado palmo a palmo.
Tú oyes lo profundo de mi ser en el silencio,
cuando aún no tiene palabras para abrirse a ti.


Es increíble: me tienes agarrada totalmente.
Me cubres con tu palma y me siento tuya.
Como grano de arena en el desierto,
como gota de agua perdida en el mar,
así me encuentro ante ti.
Me digo y no se responderme:
a dónde iré que no sienta el calor de tu aliento?
A dónde escaparé que no me encuentre con tu mirada?


Cuando escalo mi vida y lucho por superarme, allí estas tú.
Cuando me canso en el camino y me siento barro,
allí perdida en mi dolor, te encuentro a ti.
Cuando mis alas se hacen libertad sin fronteras
y toco el despertar de algo nuevo;
cuando surco los mares de mi sueños
y pierdo la arena pegadiza de mis playas,
allí está tu mano, y tus ojos, y tu boca...
allí como Amigo fiel, de nuevo estas tú.


Si digo cansada: que la tiniebla me cubra,
si digo desalentada: que el día se haga noche sobre mí
ni la tiniebla, Señor, es oscura para ti,
y la noche, Señor, es clara como el día.


Tú eres como manantial de donde brota el río,
como raíz donde arranca el árbol.
Tu vida se ha hecho vida en mis entrañas,
me has creado por amor y quieres que viva en plenitud.
Soy tuya: sólo tu amor da respuesta a mi sed.
Ese amor con el que me tejiste en el seno de mi madre
y desde el que me llamas a crecer y ser feliz.


Dios mío, tú me sondeas y me conoces,
comprendes como nadie mis sentimientos.
Que te sienta cerca en el camino de la vida
Quiero desde lo hondo de mi ser, vivir para ti.

Salmo 86


"se dirá de Sión: uno por uno, todos han nacido en ella; el Altísimo en persona la ha fundado"

 
Se me ensanchan las fronteras del corazón, Señor, cuando rezo esa oración y sueño en ese momento. Seres de todas las razas que se juntan, porque tod@s vienen de ti y son un@ en ti. Ese es tu plan, y yo lo abrazo con fe abierta y deseo ferviente. Todas las razas son una. Todos los seres humanos se encuentran. Tod@s son hij@s de la misma madre. Esa es la meta de unidad hacia la que caminamos. El sello de hermandad. El árbol de familia. El destino supremo de la raza humana.

 
"El Señor escribirá en el registro de los pueblos: este ha nacido allí".

 
Todos los hombres y mujeres son compatriotas míos. Los miro a la cara y reconozco los rasgos de familia bajo la alegre variedad de perfiles y colores. Leo en cada rostro la respuesta de hermandad en el sentimiento que surge a un tiempo en mí y en la otra persona, impulsado por una misma sangre. Me siento hermana de cada hombre y cada mujer, y confío en que mi convicción me salga a los ojos y vibre en mis palabras para que proclame el mensaje de la unidad en alas de la fe.

 
No hay fronteras, no hay aduanas, no hay límites. Nadie es extranjero ante nadie. La naturaleza aborrece la burocracia. Lazos de familia trascienden códigos legales. La unidad es nuestro patrimonio. Nuestra sonrisa es nuestro pasaporte. Libertad para viajar, para reunirse, para encontrarse frente a frente con cualquier ser humano y sentirse un@ con él. Y valor y fe para olvidar nuestras diferencias y reconocer nuestro destino común. Tod@s somos hij@as de Dios.

 
Dame un corazón ecuménico, Señor. Enséñame a amar a todo ser humano y respetar a todos los pueblos. "Contaré a Egipto y Babilonia entre mis fieles; filisteos, tirios y etíopes han nacido allí". Hazme sentir a gusto en todas las culturas, seguir siempre aprendiendo y abrazar con comprensión y afecto todo cuanto has creado en cualquier parte del mundo. Llévame a descubrir tu presencia en el corazón de cada persona, y hazme aprender tu nombre en todas las lenguas del mundo. Robustece mis raíces y ahonda mis fuentes, con la seguridad de que al hacerlo así me estoy acercando a tod@s mis compañer@s de existencia, porque nuestra fuente común está en ti.

 
"Y cantarán mientras danzan: ¡Todas mis fuentes están en ti!"

Busco tu rostro. C.G. Vallés



lunes, 21 de noviembre de 2011

SALMO 145


Te alabamos, Señor con hambre y sed de justicia
y con amor entregado,
con sillares de esperanza
bendecimos tu nombre
que es lo mismo que decir:
“Amor insondable”
“Gratuidad”
“Caricia y abrazo para los pequeños”


De generación en generación
tu fidelidad no se agota,
sino que es como una fuente
que brota en medio de la historia,
en medio de la sequía
y los desiertos de los caminos.


Clemente y compasivo eres, Señor.
Se te aflige el corazón,
con el sufrimiento de los pobres
y tu ternura se derrama sobre el mundo
haciendo germinar en grupos y en personas
brotes de justicia, organización, solidaridad,
semillas de hombres y mujeres nuevos
que sueñas los levantes
de la aurora sobre el mundo
y esa es tu manera de decirnos
“Estoy con vosotros… No temáis…
Hay esperanza para vuestro futuro”.


Te darán gracias
tod@s los que saben mirar más allá
de la superficie de las cosas,
los que con sus manos, sus pies,
su cabeza, su corazón, sus sentidos
pelean el Reino de la inclusión aquí y ahora
aún sin saberlo.


Te bendecirán porque tu Reino
no es un sueño abstracto,
sino que mujeres y hombres cotidianos
lo están dibujando con su vida cada día.


Señor, eres fiel en todas tus Palabras
y en todas tus obras amoroso.
Ayúdanos a poner los ojos en ti
ayúdanos a que tu sueño de fraternidad
sobre le mundo sea nuestro alimento.
Ayúdanos a ser pan para otros
como Tú eres pan para nosotras cada día,
Ayúdanos a ser un corazón abierto
en medio de la historia,
para todos aquellos y aquellas
a los que el amor y la ternura les son negados.


Yo te alabo, Señor
y bendigo tu nombre por siempre jamás,
Dios encarnado, necesitado de nosotras.

domingo, 20 de noviembre de 2011

“Qué alegría cuando me dijeron; vamos a la casa del Señor”


Vamos a la casa del Señor,
trozo de cielo encarnado,
vamos a compartir la dicha
de sentirnos hermanad@s,
escuchando su palabra.


Pero la casa del Señor
no es la basílica, herman@,
no es el templo o el convento,
o la capilla del palacio,
no es la mezquita, la sinagoga,
tampoco el río sagrado.


La casa del Señor no es de piedras,
que está en el corazón humano,
en las comunidades vivas,
quizá en los pobres del barrio;
está en la gente que sufre,
está en el hospital cercano,
está también en la cárcel
y en la residencia de ancianos,
en l@s niñ@s de la calle
y en el campo de refugiados,
está en la gente sencilla
y en los pueblos marginados.

Está en el corro de niños,
o el grupo de voluntari@s,
en las organizaciones pacíficas
y en movimientos solidarios.

La casa del Señor se construye
en desiertos y descampados,
con hambre y sed de justicia
y con amor entregado,
con sillares de esperanza
y ladrillos liberados.

La paz con todos vosotr@s,
constructor@s voluntari@s
de la casa del Señor
en los ambientes humanos.

sábado, 19 de noviembre de 2011

“Lo que das al que sufre se lo das a Jesús”

  Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,31-46)
 
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas, de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.” Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?” Y el rey les dirá: “Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.” Y entonces dirá a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. Entonces también éstos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistirnos?” Y él replicará: “Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.” Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»

Palabra del Señor


 
Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola
Mateo (25,31-46)


LO DECISIVO



El relato no es propiamente una parábola sino una evocación del juicio final de todos los pueblos. Toda la escena se concentra en un diálogo largo entre el Juez que no es otro que Jesús resucitado y dos grupos de personas: los que han aliviado el sufrimiento de los más necesitados y los que han vivido negándoles su ayuda.

 
A lo largo de los siglos los cristianos han visto en este diálogo fascinante “la mejor recapitulación del Evangelio”, “el elogio absoluto del amor solidario” o “la advertencia más grave a quienes viven refugiados falsamente en la religión”. Vamos a señalar las afirmaciones básicas.

 
Todos los hombres y mujeres sin excepción serán juzgados por el mismo criterio. Lo que da un valor imperecedero a la vida no es la condición social, el talento personal o el éxito logrado a lo largo de los años. Lo decisivo es el amor práctico y solidario a los necesitados de ayuda.

 
Este amor se traduce en hechos muy concretos. Por ejemplo, «dar de comer», «dar de beber», «acoger al inmigrante», «vestir al desnudo», «visitar al enfermo o encarcelado». Lo decisivo ante Dios no son las acciones religiosas, sino estos gestos humanos de ayuda a los necesitados. Pueden brotar de una persona creyente o del corazón de un agnóstico que piensa en los que sufren.

 
El grupo de los que han ayudado a los necesitados que han ido encontrando en su camino, no lo han hecho por motivos religiosos. No han pensado en Dios ni en Jesucristo. Sencillamente han buscado aliviar un poco el sufrimiento que hay en el mundo. Ahora, invitados por Jesús, entran en el reino de Dios como “benditos del Padre”.

 
¿Por qué es tan decisivo ayudar a los necesitados y tan condenable negarles la ayuda? Porque, según revela el Juez, lo que se hace o se deja de hacer a ellos, se le está haciendo o dejando de hacer al mismo Dios encarnado en Cristo. Cuando abandonamos a un necesitado, estamos abandonando a Dios. Cuando aliviamos su sufrimiento, lo estamos haciendo con Dios.


Este sorprendente mensaje nos pone a todos mirando a los que sufren. No hay religión verdadera, no hay política progresista, no hay proclamación responsable de los derechos humanos si nos es defendiendo a los más necesitados, aliviando su sufrimiento y restaurando su dignidad.


En cada persona que sufre Jesús sale a nuestro encuentro, nos mira, nos interroga y nos suplica. Nada nos acerca más a él que aprender a mirar detenidamente el rostro de los que sufren con compasión. En ningún lugar podremos reconocer con más verdad el rostro de Jesús.



LA MISERICORDIA DEL SEÑOR DURA POR SIEMPRE (salmo 102)

Bendito sea Dios, Padre grande,
que se viste de gracia y misericordia.
Bendito sea su Gloria Santa
que amenaza con cascadas
de vida y bendición.
Y bendito sea su Nombre
que augura la salvación.

 
Su mano nos levanta de la caída traicionera,
nos crea y nos recrea en cada instante,
y nos colma de gracia y de ternura.

 
El ser humano es como flor del campo,
y pasa como un soplo por la tierra,
pero Dios lo libra de la muerte
y llena su vacío con el Soplo del Espíritu.

 
Nuestros días están contados,
pero Dios los guarda en su mochila
por eso no tememos el paso de los años
ni nos preocupan los signos de vejez,
porque Dios renueva nuestra juventud
y nos proporciona alas de águila.

 
No tememos tampoco la muerte,
porque Él nos rescata de la fosa,
nos libra del vacío y de la nada,
caeremos en sus manos.


Lloramos, sí, nuestros pecados,
pero Él perdona nuestras culpas
y cura todas nuestras enfermedades;
conoce nuestro barro,
retoca cada día nuestra imagen.

 
Bendito sea Dios, un abismo de misericordia.
Pasan los años y los siglos,
pero su misericordia no pasa ni se agota,
dura desde siempre hasta siempre,
y desborda con el tiempo.

LUZ EN LAS TINIEBLAS

El justo brilla en las tinieblas.
Quien parte su pan y sus “valores”
brilla en la oscuridad.
El que acoge y hospeda al inmigrante
es luz en la noche.
Quien crea trabajo justo es como una estrella.
El que favorece la promoción y el desarrollo
es lucero que no se apaga.
Quien es voluntario y solidario
brilla como el sol a mediodía.


Vosotr@s sois la luz del mundo.
tú eres luz del mundo si lo pacificas,
si vives la fe y la caridad,
si amas al otro más que a ti,
si estás dispuesta a perder, que gane él.
Tú eres luz del mundo
si eres libre en la verdad,
si levantas bandera de paz y de justicia,
si ofreces incondicionalmente
tu ayuda y tu amistad.


Vosotr@s sois luz del mundo
si os dais la mano en cadena solidaria,
si os sabéis perdonar y valorar,
si os dais la paz y la plantáis
en el corazón del pueblo,
si globalizáis los servicios y el amor,
si vivís en comunidad y comunión.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Salmo 99

Soy tuy@.
Hazme caer en la cuenta de que te pertenezco a ti
precisamente porque soy miembro de tu pueblo.
No soy individuo aislad@, no tengo derecho a reclamar atención personal,
no me salvo sol@.
Es verdad que tú, Señor, me amas con amor personal,
cuidas de mi y diriges mis pasos uno a uno;
pero también es verdad que tu manera de obrar entre nosotr@s
es a través del grupo que has formado, del pueblo que has escogido.


Te gusta tratar con nosotr@as como un pastor con su rebaño.
El pastor conoce a cada oveja y cuida personalmente de ella,
con atención especial a la que lo necesita más en cada momento;
pero las lleva juntas en la unidad de su rebaño.
Así haces tú con nosotr@s, Señor.


Haz que me sienta parte de tu rebaño, Señor.
Haz que me sienta responsable, sociable, amable,
hermana de mis herman@s y miembro vivo del género humano.
No me permitas pensar ni por un momento que puedo vivir por mi cuenta,
que no necesito a nadie, que las vidas de l@s demás no tienen nada que ver con la mía...
No permitas que me aísle en orgullo inútil o engañosa autosuficiencia,
que me vuelva solitaria, que sea una extraña en mi propia tierra...

Haz que me sienta orgullosa de mis hermanos y hermanas,
que aprecie sus cualidades y disfrute con su compañía.
Haz que yo contribuya a la vida de l@s demás
y permita a l@s demás contribuir a la mia.
Que sea yo amante de la comunidad
y que se me note en cada gesto y en cada palabra.
Que fragüe con ell@s la unidad común.
Tú eres el Pastor. Tú eres la raíz de nuestra unidad.

jueves, 17 de noviembre de 2011

“¡OJALÁ ESCUCHÉIS HOY SU VOZ!” (Salmo 94)

¿Cuántas voces escuchamos?
¿cuántas palabras al día?
¿Puedes contar los millones,
palabra hablada o escrita?


Hay palabras familiares,
hay palabras sencillas,
hay palabras de saludo
y hay palabras de noticia.

Palabras protocolarias,
engañosas y vacías,
comerciales, propaganda,
o muy tontas y aburridas.


Hay críticas y piropos,
hay palabras que asesinas,
hay malicias y blasfemias,
y hay palabras que dan vida.


Palabras canción o rezo,
cariñosas y festivas,
seductoras, elocuentes,
inspiradas y divinas.


¿Qué nos queda al final?
¿Queda ruido o sinfonía?

Las palabras que escuchaste
¿te dan muerte o te dan vida?
¿Te resbalan? ¿Te entristecen?
¿O son gozosas semillas?
“Ojalá escuchéis hoy su voz”.

Ente todas las palabras,
torbellino o melodía,
entre todas las palabras
¿cuál ha sido la divina?
Ojalá escuchemos hoy su voz.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

DESDE LA FRAGILIDAD (Salmo 90)


Señor, tú has sido un refugio para los seres humanos
de generación en generación.

Desde antes de que surgiesen los montes,
antes de que naciesen tierra y cielo tú estabas ahí, Señor


Nuestra vida pasa rápido
Mi años ante tus ojos son un ayer que pasó,
un suspiro en la noche.


Tú ves nuestros secretos, tú desnudas nuestras pequeñeces
Vivimos vidas largas, y en ellas
hay mucho de vacío y vanidad,
hay tantas cosas que se desvanecen y pasan rápido.


Enséñanos a vivir desde lo profundo,
que lo verdaderamente importante
llene nuestra cabeza y nuestro corazón
Ilumínanos, Señor, enseña a tus hijos.


Sácianos con tu amor cada día
y entonces gozaremos y cantaremos de por vida.
Llénanos de sentido si alguna vez nos ha faltado,
danos paz cuando la hayamos perdido.
Que sepamos descubrir tu acción y tu esplendor.
Haz que de nuestra vida surjan obras dignas.


Señor, tú has sido un refugio para los seres humanos
de generación en generación.

martes, 15 de noviembre de 2011

SED (Sal.62)



“Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca
agostada, sin agua
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria!


Esa es la palabra, clara y única, que define el estado de mi alma, Señor: sed.
Sed física que quema mis entrañas y apergamina mi garganta.
La sed del desierto, de las arenas secas y el sol ardiente,
de dunas y espejismos, de yermos sin fin y cielos sin misericordia.
La sed que se impone a todos los demás deseos
y se adelanta a toda otra necesidad.
La sed que necesita el trago de agua para vivir,
para subsistir, para devolver los sentidos al cuerpo y la paz al alma.
La sed que moviliza cada célula y cada miembro,
cada pensamiento para buscar el próximo oasis
y llegar a él antes de que la vida misma se queme en el cuerpo.


Tal es mi deseo por ti, Señor.
Sed en el cuerpo y en el alma.
Sed de tu presencia, de tu visión, de tu amor.
Sed de ti. Sed de las aguas de la vida,
que son las únicas que pueden traer el descanso a mi alma reseca.
Aguas saltarinas en medio del desierto, milagro de luz y frescura,
arroyos de alegría, juego transparente de olas que cantan
y corrientes que bailan sobre la tierra seca y las piedras inertes.
Resplandor en la noche y melodía en el silencio.
Te deseo y te amo. En ti espero y en ti descanso.


Aumenta mi sed, Señor, para que yo
intensifique mi búsqueda de las fuentes de la vida.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Las religiones en el mundo



TU MISERICORDIA. (Salmo 32)


Tu misericordia, Señor, es infinita.
A nada se puede comparar.
Decir que es océano, o cielo o abismo,
es no decir nada.
Supera todos nuestros conceptos, sin medida.


Que tu misericordia me envuelva
como atmósfera de mi espíritu.
Que yo me bañe en tu misericordia.
Que de ella me alimente cada día
y me cure de mis heridas.


Por tu misericordia me levanto de mis caídas,
por tu misericordia confío, no temo,
y me siento en paz y gozo grande,
y lo espero todo por tu misericordia.


De tu misericordia está llena la tierra,
de tu misericordia está necesitado el ser humano,
de tu misericordia quiero revestirme,
sea mi traje de gala,
saciarme quiero de tu misericordia.

 
En tu misericordia me adentro,
en tu misericordia me pierdo,
maravilloso laberinto,
en tu misericordia me siento amada,
compenetrada con tu corazón,
amando y perdonando a tu manera.

domingo, 13 de noviembre de 2011

TU ERES MI REFUGIO (Salmo 31)

¿A dónde irá el leproso impuro, harapiento y despeinado?
¿A dónde irán los leprosos excluidos, de los nuevos paraísos desterrados?
¿A dónde irán los enfermos terminales, los del Sida, y los viejos y fracasados?
¿A dónde irán los que ruedan sin rumbo por la vida, tristes y desarraigados?
¿A quién podrán decir: Tú eres mi refugio, mi techo y mi descanso?
¿Irán a las puertas de los templos, de los metros, o en la santa calle quedarán tirados?

 
Pobres de la tierra, excluidos de la sociedad triunfante, inmigrantes, desheredados,
vais a encontrar una mano tendida, mano amiga, una comunidad de hermanos
Encontraréis mesa abundante, pan y vino de alegría.
Podréis entonar “cantos de liberación”, sentiréis a Dios a vuestro lado.

 
Pobres y excluidos, leprosos de la tierra que vais por ahí rodando,
fijaos en la luz que se enciende en las ventanas de tantos corazones humano,
y de las comunidades creyentes, de las iglesias, y de los voluntarios:
son “casas y escuelas de comunión”, centros de acogida y de amparo,
son fermentos del mundo nuevo, talleres del ser humano nuevo,
los hombres y mujeres todos de la mano.

sábado, 12 de noviembre de 2011

“No importa tu capacidad, sino lo que te dejes llenar”

Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,14-30):



En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.” Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.” Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.” Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.” Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.” El señor le respondió: “Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.”»


Palabra del Señor

 
 
Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola
Mateo (25,14-30)

MIEDO AL RIESGO



La parábola de los talentos es muy conocida entre los cristianos. Según el relato, antes de salir de viaje, un señor confía la gestión de sus bienes a tres empleados. A uno le deja cinco talentos, a otro dos y a un tercero un talento: «a cada cual según su capacidad». De todos espera una respuesta digna.

 
Los dos primeros se ponen «enseguida» a negociar con sus talentos. Se les ve trabajar con decisión, identificados con el proyecto de su señor. No temen correr riesgos. Cuando llega el señor le entregan con orgullo los frutos: han logrado duplicar los talentos recibidos.

 
La reacción del tercer empleado es extraña. Lo único que se le ocurre es «esconder bajo tierra» el talento recibido para conservarlo seguro. Cuando vuelve su señor, se justifica con estas palabras: «Señor, sabía que eras exigente y siegas donde no siembras… Por eso, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo». El señor lo condena como empleado «negligente».

 
En realidad, la raíz de su comportamiento es más profunda. Este empleado tiene una imagen falsa del señor. Lo imagina egoísta, injusto y arbitrario. Es exigente y no admite errores. No se puede uno fiar. Lo mejor es defenderse de él.

 
Esta idea mezquina de su señor lo paraliza. No se atreve a correr riesgo alguno. El miedo lo tiene bloqueado. No es libre para responder de manera creativa a la responsabilidad que se le ha confiado. Lo más seguro es «conservar» el talento. Con eso basta.

 
Probablemente, los cristianos de las primeras generaciones captaban mejor que nosotros la fuerza interpeladora de la parábola. Jesús ha dejado en nuestras manos el Proyecto del Padre de hacer un mundo más justo y humano. Nos ha dejado en herencia el mandato del amor. Nos ha confiado la gran Noticia de un Dios amigo del ser humano. ¿Cómo estamos respondiendo hoy los seguidores de Jesús?

 
Cuando no se vive la fe cristiana desde la confianza sino desde el miedo, todo se desvirtúa. La fe se conserva pero no se contagia. La religión se convierte en deber. El evangelio es sustituido por la observancia. La celebración queda dominada por la preocupación ritual.

 
Sería un error presentarnos un día ante el Señor con la actitud del tercer empleado: “Aquí tienes lo tuyo. Aquí está tu Evangelio, aquí está el proyecto de tu reino y tu mensaje de amor a los que sufren. Lo hemos conservado fielmente. Lo hemos predicado correctamente. No ha servido mucho para transformar nuestra vida. Tampoco para abrir caminos de justicia a tu reino. Pero aquí lo tienes intacto”.

viernes, 11 de noviembre de 2011

MISERICORDIA (Salmo 50)



Ayúdame, Dios mío, por tu bondad
Perdóname por lo que he hecho mal, tú sabes cómo soy.
Yo sé que no miras lo que está mal, sino lo bueno que es posible.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me das sabiduría.

 
Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme;
no me dejes vagar lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
Enséñame a vivir la alegría profunda de tu salvación,
Hazme vibrar con espíritu generoso: entonces mi vida anunciará tu grandeza,
enseñaré tus caminos a quienes están lejos, los pecadores volverán a ti.

Hazme crecer, Dios, Dios, Salvador mío,
y mi lengua cantará tu justicia.
Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.


Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera ritos sólo por cumplir, no los querrías.
Lo que te ofrezco es un espíritu frágil; un corazón quebrantado y pequeño, tú no lo desprecias.


Señor, por tu bondad, favorece a tus hijos
haznos fuertes en tu presencia.
Entonces te ofreceremos lo que somos, tenemos, vivimos y soñamos, y estarás contento.



Dinámicas teatrales

jueves, 10 de noviembre de 2011

LA FUENTE DE LA VIDA


“En ti está la fuente de la vida, y en tu luz vemos la luz” (salmo 35)


Quiero vivir, sentirme viva, palpar las energías de la creación
cuando suben y se esparcen por las células de mi cuerpo y los tejidos de mi ser.
La vida es la esencia de todas las bendiciones que Dios da al ser humano,
el roce del dedo de Dios que convierte un montón de arcilla en un ser viviente
y hace de una sombra inerte el rey de la creación.
La vida es la gloria de Dios hecha movimiento,
la Palabra divina traducida en sonrisa,
el amor eterno que hace palpitar el corazón del ser humano.
La vida es todo lo que es bueno, vibrante y alegre.
La muerte es negación de la vida.

Deseo vivir la vida.
En mis pensamientos y en mis sentimientos,
en mis conversaciones y en mis encuentros.
Quiero que la centella de la vida encienda todo lo que hago y todo lo que soy.
Que mi paso se acelere,
que mi pensamiento se agudice,
que mi mirada se alargue y mi sonrisa se ilumine
cuando la vida amanezca en mi. Quiero vivir.


Yo quiero vivir, y tú eres la fuente de la vida.
Cuanto más me acerque a ti, más vida tendré.
La única vida verdadera es la que viene de ti,
y la única forma de participar en ella es estar cerca de ti.
Déjame beber de esa fuente, déjame meter las manos en sus aguas para sentir su frescura,
su pureza y su fuerza.
Que las aguas vivas de ese manantial fluyan a través de mi ser
y su corriente inunde el pozo de mi corazón, de otros corazones.


También eres la luz.
En un mundo de oscuridad, de duda y de incertidumbre,
tú eres el rayo rectilíneo, el cándido amanecer, el mediodía que todo lo revela.
Si para vivir hay que acercarse a ti, para ver también.
“En tu luz vemos la luz”.
Señor, quiero tu luz, tu visión, tu punto de vista.
Quiero ver las cosas como tú las ves,
quiero verlas desde tu punto de vista, desde tu horizonte, desde tu ángulo;
quiero ver así a las personas y los acontecimientos
y la historia de la humanidad y los sucesos de mi vida.
Quiero verlo todo con tu luz.

Tu luz es el don de la fe.
Tu vida es el don de la gracia.
Dame tu gracia y tu fe para que yo pueda ver y vivir
la plenitud de tu creación con la plenitud de mi ser.

“Busco tu rostro” Carlos G. Vallés. Sal Térrea

¿QUIÉN PUEDE SUBIR AL MONTE DEL SEÑOR? (Salmo 23)


Quien se ha lavado con lágrimas y se baña en misericordia,
el que tiene ojos de niño y corazón de pobre,
el de manos generosas y alma de enamorado,
quien se viste de ternura y se ciñe con la paz
podrá subir al monte del Señor.


Quien se arrodilla ante el herido y besa su heridas,
quien defiende al oprimido aun a costa de su vida,
el que acude ligero a la llamada del necesitado,
quien tiene hambre de justicia y sed de misericordia
vivirá en el monte del Señor.


Quien se rebela y profetiza contra el poder sin entrañas,
quien llora con las víctimas del terror y la injusticia,
quien promueve el diálogo y trabaja por la paz,
quien cree en el ser humano y es testigo del Amor
entrará en la casa del Señor,
lo verá, será su familiar y su amigo,
tendrá el aire, el estilo de Dios.

Dinámicas Infantiles

martes, 8 de noviembre de 2011

"EL SEÑOR HIZO MILAGROS EN MI FAVOR" (Salmo 4)




"El Señor hizo milagros en mi favor"


El Señor me dio la vida, ¡qué poder! El pronunció mi nombre
antes de que fuera engendrado y preparó mi existencia
porque me amaba.


“El Señor hizo milagros en mi favor”


El Señor me dio una familia, ¡qué regalo!
Repitieron mi nombre con cariño, con paciencia y esperanza,
y me hicieron crecer porque me amaban.

“El Señor hizo milagros en mi favor”

El Señor me dio una fe y comunidad de hermanos. ¡Puro don!
Me pusieron nombre nuevo y escuché palabras nuevas
y ojos nuevos para ver la luz que permanece, que transforma,
porque me amaban, nos amábamos.


“El Señor hizo milagros en mi favor”

El Señor me dio su Espíritu
en el regalo de su Hijo, ¡qué generosidad!.
Me llenó de vida nueva,
anuncio de vida eterna por amor.

“El Señor hizo milagros en mi favor”

El Señor hizo milagros en mi favor: el milagro de la vida y de la fe,
el milagro de la gracia y del Espíritu,
el milagro del amor.

“El Señor hizo milagros en mi favor”


Siempre que hay amor es un milagro,
siempre que hay amor, sonríe Dios.
Salir de sí y acercarse al otro, es milagro.
Olvidarse a sí y dedicarse al otro, es milagro.
Perdonar y no vengarse, es milagro.
Morir para que viva el otro, es milagro.
La Vida, la Palabra, el Espíritu, el Amor,
siempre son milagros de Dios.


“El Señor hizo milagros en mi favor”

sábado, 5 de noviembre de 2011

“Sin tu aceite ni funcionamos, ni iluminamos”

Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,1-13):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: “¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!” Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: “Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.” Pero las sensatas contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.” Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: “Señor, señor, ábrenos.” Pero él respondió: “Os lo aseguro: no os conozco.” Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»

 
Palabra del Señor


Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola
Mateo (25,1-13)

ENCIENDE LA FE GASTADA



La primera generación cristiana vivió convencida de que Jesús, el Señor resucitado, volvería muy pronto lleno de vida. No fue así. Poco a poco, los seguidores de Jesús se tuvieron que preparar para una larga espera.

 
No es difícil imaginar las preguntas que se despertaron entre ellos. ¿Cómo mantener vivo el espíritu de los comienzos? ¿Cómo vivir despiertos mientras llega el Señor? ¿Cómo alimentar la fe sin dejar que se apague? Un relato de Jesús sobre lo sucedido en una boda les ayudaba a pensar la respuesta.

 
Diez jóvenes, amigas de la novia, encienden sus antorchas y se preparan para recibir al esposo. Cuando, al caer el sol, llegue a tomar consigo a la esposa, los acompañarán a ambos en el cortejo que los llevará hasta la casa del esposo donde se celebrará el banquete nupcial.

 
Hay un detalle que el narrador quiere destacar desde el comienzo. Entre las jóvenes hay cinco «sensatas» y previsoras que toman consigo aceite para impregnar sus antorchas a medida que se vaya consumiendo la llama. Las otras cinco son unas «necias» y descuidadas que se olvidan de tomar aceite con el riesgo de que se les apaguen las antorchas.

 
Pronto descubrirán su error. El esposo se retrasa y no llega hasta medianoche. Cuando se oye la llamada a recibirlo, las sensatas alimentan con su aceite la llama de sus antorchas y acompañan al esposo hasta entrar con él en la fiesta. Las necias no saben sino lamentarse: «Que se nos apagan las antorchas». Ocupadas en adquirir aceite, llegan al banquete cuando la puerta está cerrada. Demasiado tarde.

 
Muchos comentaristas tratan de buscar un significado secreto al símbolo del «aceite». ¿Está Jesús hablando del fervor espiritual, del amor, de la gracia bautismal…? Tal vez es más sencillo recordar su gran deseo: «Yo he venido a traer fuego a la tierra, y ¿qué he de querer sino que se encienda?». ¿Hay algo que pueda encender más nuestra fe que el contacto vivo con él?

 
¿No es una insensatez pretender conservar una fe gastada sin reavivarla con el fuego de Jesús? ¿No es una contradicción creernos cristianos sin conocer su proyecto ni sentirnos atraídos por su estilo de vida?

 
Necesitamos urgentemente una calidad nueva en nuestra relación con él. Cuidar todo lo que nos ayude a centrar nuestra vida en su persona. No gastar energías en lo que nos distrae o desvía de su Evangelio. Encender cada domingo nuestra fe rumiando sus palabras y comulgando vitalmente con él. Nadie puede transformar nuestras comunidades como Jesús.



martes, 1 de noviembre de 2011

ME CANSO, SEÑOR

Me canso, Señor, de leer en los periódicos
los mil y un fracasos cotidianos,
las innumerables guerras, la
continua violencia,
el odio que se hace noticia.

Más líneas ocupa un sólo asesinato
que un millón de actos generosos.

Enfrentarse con el diario es como dar un repaso
a la lista de asignaturas pendientes
de esta Humanidad.

Y, francamente, no me gusta.
Me avergüenza que seamos así.

Ante el fracaso del ser humano,
ante mi propio fracaso como persona,
siento como si estuviese abandonado de Ti.

Muchas veces hubiese gritado:
“Señor, ¡manifiéstate!.
Guíanos, que vamos camino de la locura.”

Hasta he llegado a perder la esperanza
y desconfiado de tu mano paternal,
de tu promesa de liberación al hombre,
tu hijo cargado de cadenas.

¿No tengo paciencia, quizás?
Perdón, Señor, por mi falta de esperanza.

Quiero creerte y seguirte en esta tierra
que te ha olvidado y despreciado.

Dame ojos nuevos para leer la realidad
y en ella ver las semillas de tu Reino.

Invítame, Señor,
a trabajar más y a quejarme menos.

Invítame
a seguir la cruz y esperar la resurrección,
a plantar el arado en el surco
y cuidar de tu cosecha,
a transformar la vida desde el poder del amor,
a hacer fermentar la masa
con mi pobre levadura.

Si Tú no me ayudas, me voy a sentir sólo y débil,
como ahora,
y no seré capaz de hacer nada.

Gracias, Señor,
por ayudarme en mi camino.
Javier F. Chento

Todos los Santos

Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.


Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 1-12a

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:
"Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
“Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
“Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
“Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
“Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
“Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
“Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.
“Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
“Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa.
Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo."


Palabra de Dios.